La carabela fue la nave estrella en el descubrimiento, colonización y conquista del continente americano. Sin ella habría sido imposible cruzar el océano y explorar de forma rápida y segura.
Sus primeros constructores allá por el siglo XII y XIV fueron portugueses de la escuela naval de Sagres, fundada por el rey portugués Enrique el navegante. En principio se utilizaron como embarcaciones pesqueras y para comercio de cabotaje dotadas de velas y remos y posteriormente fueron las protagonistas de las navegaciones que circunnavegaron las costas africanas en su búsqueda de Asia.
A principios del siglo XV era un barco de casco redondeado, de 20 a 25 metros de eslora, con un desplazamiento de 20 a 50 toneladas y con aparejo de dos o tres palos y velas latinas (triangulares), si bien, posteriormente se utilizaron velas cuadradas que permitían una mayor velocidad con vientos de popa. Durante su época de mayor éxito, a finales del siglo XV y principios del siglo XVI llegaron a tener capacidad para 200 toneladas, un castillo de proa, un alcázar en la popa y cañones para evitar los asaltos piratas.
Sus características técnicas: rapidez (10 kilómetros por hora) y magnífica maniobrabilidad gracias a su poco peso, podía entrar sin problemas en zonas de bajíos por su poco calado, su tamaño medio permitía llevar una tripulación numerosa y víveres para cubrir una larga travesía.
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